domingo, 31 de mayo de 2009

Santa María Virgen (I)






El dogma declara lo siguiente:

María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto.



El sínodo de Letrán del año 649 recalcó los tres momentos de la virginidad de María cuando enseñó que «la santa, siempre virgen e inmaculada María... concibió del Espíritu Santo sin semilla, dio a luz sin detrimento [de su virginidad] y permaneció indisoluble su virginidad después del parto» (DZ 256).

Paulo IV declaró (1555):

«Beatissimam Virginem Mariam...perstitisse semper in virginitatis integritate, ante partum scilicet, in partu et perpetuo post partum» (DZ 993)

En Teología, la virginidad de María comprende:

a) La virginitas mentis, es decir, la perpetua virginidad de su espíritu.

b) La virginitas sensus, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito sensual.

c) La virginitas corporis, esto es, la integridad corporal.

El dogma católico se refiere sobre todo a la integridad corporal.

A continuación fundamentaremos teológicamente los tres momentos de la virginidad de Nuestra Señora.

1.- Virginidad antes del parto.


DOGMA DE FE.- María concibió del Espíritu Santo sin concurso de varón.

Adversarios de este dogma.- En la antigüedad, los judíos (en general), Cerinto y los ebionitas. En los tiempos modernos: los racionalistas, que procuran buscar en Is 7, 14 o en las mitologías paganas (y ya vemos que los actuales epígonos de la desacralización de lo católico no han inventado nada nuevo, sino que resucitan ancestrales cadáveres seudoteológicos heréticos) el origen de la creencia en la concepción virginal de la Virgen.


● Todos los símbolos de la fe expresan la creencia de la Iglesia en la concepción (activa) virginal de María. El Símbolo Apostólico confiesa: «Qui conceptus est de Spiritu Sancto» (DZ 85, 256, 993)

● En Lc 1, 26s es testimoniado que María llevó vida virginal hasta el instante de su concepción activa: Fue enviado el ángel Gabriel, de parte de Dios, a una doncella (πρὸς παρθένον).


εἶπεν δὲ Μαριὰμ πρὸσ τὸν ἄγγελον Πῶς ἔσται τοῦτο, ἐπεὶ ἄνδρα οὐ γινώσκω;


Dijo María al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? (Lc 1, 34)

La concepción virginal de María fue predicha en el Antiguo Testamento por el profeta Isaías en su célebre profecía de Emmanuel (Is 7, 14): «Por tanto, el mismo Señor os dará señal: He aquí que la Virgen [h(a) ῾(a)lm(a)h, העלמה ; en griego koiné: ἡ παρθένος ] concebirá y dará a luz un hijo» [...]¹

El judaísmo no llegó a entender en sentido mesiánico este pasaje. Pero el Cristianismo lo refirió desde un principio al Mesías, pues vio cumplida la señal (Mt 1, 22s).

Los judíos salieron en contra de esta interpretación cristiana arguyendo que la versión de los Setenta no traducía bien el término העלמה por ἡ παρθένος (la Virgen), sino que debía hacerlo por ἡ νεᾶνις (la joven), como traducen Aquilas, Teodoción y Sínmaco.

Pero semejante explicación no tiene razón de ser, pues la palabra עלמה [῾(a)lm(a)h] en el lenguaje bíblico denota siempre una doncella núbil e intacta (Gen 24, 43 vs. Gen 24, 16; Ex 2, 6; Ps 67, 26; etc.). El contexto exige la significación de «virgen», pues solamente hay un signo extraordinario cuando una virgen concibe y da a luz como virgen.







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¹La expresión hebrea anterior es la que corresponde al texto hebreo original, no al masorético, vocalizado.
En lo sucesivo, cuando invoque citas veterotestamentarias, en hebreo bíblico, me atendré al texto original no masorético, salvo excepciones.